La fábula del sapo saltador

Erase una vez un pequeño rincón verde y hermoso de Getxo llamado Azkorri en donde habitaba feliz y risueño el entrañable sapo corredor.  Este sapo, especie protegida, convivía alegremente con las cuadrillas de amigos, las parejas de enamorados y las familias que tomaban un pequeño refrigerio en el Txirin de Azkorri.

Este local, entrañable y de pequeñas dimensiones se convirtió en un bonito punto de encuentro y reunión en las cálidas tardes de verano. El sapo era feliz. Se cuenta que incluso muchos días nuestro querido sapo saltaba a alguna mesa del Txirin para amenizar la velada a sus usuarios, provocando el correspondiente grito de histeria y las posteriores risas del personal.

Sin embargo, en aquella localidad mandaban unas personas muy serias y aburridas, hombres de negocio que miraban por sus bolsillos y los bolsillos de «los suyos» pero no por las personas que vivían en aquel lugar, eran conocidos como los Landa.

Los Landa, consideraron que el Txirin era un peligro para la supervivencia del querido sapo saltador y ordenaron su demolición.

Pero como os hemos dicho, estas personas, los Landa, miraban siempre bien por sus negocios o los negocios de sus amigos, así que un buen día nuestro querido sapo se encontró con un macrotxirin, un super complejo hostelero llamado «Fangaloca». Este negocio, 10 veces más grande que el Txirin dijeron los Landa que no era peligroso para nuestro amable y querido sapo corredor.

Sin embargo, cuanta la leyenda que desde entonces ya no se ven sapos saltando a las mesas del nuevo macrotxirin debido al ruido y cantidad de gente y coches en la zona.

Toda fábula tiene su moraleja, nosotros creemos que la moraleja es que el despotismo y la política de amiguetes siguen utilizando pretextos medioambientales a su antojo para favorecer otro tipo de intereses.

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